¿A qué se debe la diferencia en el máximo consumo de oxigeno entre un deportista y una persona normal?

Como ya se dijo en artículos anteriores, la máxima capacidad aeróbica está ligada a la máxima capacidad de bombeo del corazón.

Veamos entonces en que se diferencia el corazón de un deportista del de una persona normal. Hay que introducir el concepto de volumen cardiaco. Con este término se indica la cantidad de sangre que expulsa el corazón por unidad de tiempo.

Esta cantidad es el producto entre la frecuencia cardiaca y el volumen de sangre que el corazón expulsa en cada sístole (volumen sistólico).

Durante el reposo el volumen cardiaco es de cerca de 5 litros por minuto. En una persona normal este volumen se obtiene con una frecuencia cardiaca aproximada de 70 latidos por minuto, por un volumen sistólico de cerca de 70 ml.

Se sabe que los atletas son bradicárdicos, es decir que en reposo tienen una frecuencia cardiaca muy baja, alrededor de 40 latidos por minuto. Puesto que también para ellos el volumen cardiaco en reposo es de cerca de 5 litros por minuto, está claro que su volumen sistólico es mayor de lo normal (del orden de 125 ml.)

La gran diferencia entre un deportista y un no deportista, está en la dimensión del corazón, siendo mucho más grande en el primero que en el segundo.

Relación entre consumo de oxígeno y deporte.

Veamos ahora que pasa cuando el consumo de oxigeno aumenta por el desarrollo de un trabajo. En esta situación la frecuencia cardiaca aumenta, sin embargo, es interesante señalar que la frecuencia cardiaca máxima es igual tanto para los deportistas como para los que no lo son. Este parámetro está ligado a la edad y no a la potencia de un individuo. En un joven de 20 años la frecuencia cardiaca máxima es del orden de 200 latidos por minuto.

Está claro que la frecuencia cardiaca (y, por tanto, el volumen cardiaco) pueden aumentar en cerca de 5 veces en un deportista y en sólo 3 veces en el no deportista. El primero parte de una frecuencia cardiaca más baja.

Existe otra diferencia en lo que se refiere al volumen sistólico, ya que éste influye menos en la diferencia ligada al aumento de frecuencia. El volumen sistólico aumenta más bajo esfuerzo en los deportistas (cerca de 1,5 veces) que en los no deportistas (cerca de 1,2 veces).

En resumen, el volumen cardiaco puede aumentar en un deportista 5 x 1,5 = 7,5 veces (hasta cerca de 37 litros por minuto) mientras que una persona normal puede aumentar 3 x 1,2 = 3,6 veces (es decir, cerca de 18 litros por minuto). Siendo la mitad el máximo volumen cardiaco en una persona normal, también es la mitad el máximo consumo de oxígeno.

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    ¿Qué diferencia hay entre un deportista y un individuo normal en términos de máximo consumo de oxígeno?

    En un deportista el consumo máximo de oxígeno puede ser del orden de 5 litros por minuto, que corresponde a 80 ml. por minuto por cada kg. de peso corporal.

    En una persona normal, el consumo máximo de oxígeno puede ser de 2,5 litros por minuto, que corresponden a cerca de 40 ml. por minuto por cada kg. de peso, lo cual es más o menos el 50% de la capacidad del deportista.

    Teniendo en cuenta que el consumo de oxígeno en condiciones de reposo es de cerca de 300 ml/min., está claro que el deportista puede aumentarlo, bajo esfuerzo, cerca de 17 veces, mientras que el individuo normal sólo 8 veces.



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    ¿Cómo influyen los reflejos en un deportista?

    Pensemos, por ejemplo en un nadador subacuático de 100 mts. En el momento de la salida, su rapidez depende, desde el punto de vista anatomofisiológico , de la existencia de varias estructuras: existe un receptor para el oído, en el oído interno, en donde nace un estímulo que, a través de las vías nerviosas aferentes (nervios sensitivos), debe llegar hasta los centros superiores en donde es reconocido.


    De aquí parte la orden para la realización del movimiento, dicha orden es conducida mediante las vías nerviosas eferentes (nervios motores) a los distintos grupos musculares interesados en la realización del movimiento.






    La velocidad de ejecución del movimiento depende , en este momento, del tipo de fibras musculares interesadas.


    Existen fibras de elevada velocidad de conducción y fibras de baja velocidad de conducción. Está claro que un nadador de 100 mts debe poseer un porcentaje elevado de fibras rápidas en sus músculos.

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    ¿Qué cualidades hacen a un campeón?

    En resumen podemos decir las siguientes:

    · Prontitud de reflejos.
    · Capacidad de realización técnica (estilo).
    · Máxima potencia aeróbica y anaeróbica.
    · Fuerza.
    · Resistencia.
    · Sentido táctico
    · Motivación competitiva.


    De la fusión de todas estas cualidades de base, cada una de ellas está presente en diferentes medidas, nace la figura de un deportista que sobresale en un deporte específico.

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    ¿Quién es “campeón”?

    Campeón es el que sobresale en un deporte. Esto se da porque posee cualidades genéticas particulares desarrolladas que lo hacen específicamente apto para un determinado deporte. Estas cualidades, además, mejoran con el entrenamiento.



    El refrán “el campeón nace y no se hace” resalta el hecho de que para convertirse en campeón es necesario poseer características genéticas, morfológicas y fisiológicas particulares que a su vez, pueden mejorar con el entrenamiento.

    ¿Cómo puedo aumentar la capacidad pulmonar?



    Un deportista consume 5 litros de oxigeno por minuto, lo que equivale a 80 ml. por minuto por cada Kg. de peso corporal. Una persona normal consume un máximo de 2,5 litros por minuto.


    Estos datos demuestran la enorme diferencia entre el aparato respiratorio de un deportista y el de un individuo sedentario.

    Durante una competición deportiva el aparato respiratorio se transforma, aumentando la frecuencia de los actos respiratorios para obtener una mayor ventilación pulmonar.

    El aparato respiratorio es el típico ejemplo de aparato redundante, es decir un aparato del que se utiliza solo una fracción de su capacidad efectiva.

    Durante una competición deportiva o durante un esfuerzo cualquiera, el aparato respiratorio puede alcanzar una frecuencia de ventilación muy elevada, por lo cual, la ventilación pulmonar es superior a la máxima exigida por el trabajo muscular.

    Esto se debe a la capacidad que tienen los pulmones de poner en funcionamiento un número cada vez mayor de alvéolos y capilares pulmonares que, en condiciones normales, no funcionan.

    La consecuencia de poner en funcionamiento esta mayor capacidad pulmonar es, por una parte, poder disponer de una mayor cantidad de oxigeno, imprescindible para quemar los azúcares y las grasas, obteniendo así más energía para las contracciones musculares y, por otra, eliminar cantidades mayores de anhídrido carbónico.

    En consecuencia, el entrenamiento o realización de una actividad física continua aumenta sensiblemente la capacidad pulmonar del individuo.

    Si queremos aumentar nuestra capacidad pulmonar para la realización de algún deporte subacuático es muy recomendable realizar alguna actividad aeróbica complementaria fuera del agua.

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    Entrenamiento, Respiración


    En resumen. ¿Qué problemas tiene la apnea?

    El hecho de someter al organismo a una inmersión en apnea a baja profundidad conlleva dos grandes problemas:

    · Mantenerse sin respirar.
    · Presión hidrostática.

    Si la apnea no va a ser profunda, el problema de la presión hidrostática desaparece y “solo” debemos centrarnos en mantenernos sin respirar el máximo tiempo posible. El resto de problemas que pueden surgir con la práctica de la apnea derivan de la presión hidrostática y son:

    · Hiperventilación. Esta técnica respiratoria es desaconsejable si la apnea se va a realizar a baja profundidad.

    · Bradicardia. Disminución refleja de la frecuencia cardiaca que provoca una disminución del riego sanguíneo al celebro.

    · Edema pulmonar. Provocado por la presión hidrostática sobre la caja torácica

    · Hemorragias subconjuntivales. Se producen en los ojos por el uso de gafas de buceo demasiado rígidas a la presión hidrostática.

    · Rotura del tímpano. Provocado por la diferencia de presión entre la cara externa y la cara interna del oído.

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